lunes, 21 de julio de 2008

Friend Request

Ya sabía yo que debía volver a instalarme al teclado algún día, aunque fuera diez meses (y una vida entera) después.


Lo que me llamó a volver a escribir fue este fenómeno (¿de qué otra forma llamarlo?) lleno de requests, applications, hugs, gifts y quizzes.

Todo comenzó como un juego, una forma de matar el tiempo muerto de mis horas libres en el trabajo, entre clase y clase, entre pucho y café, con el frío congelándome los huesos y la nostalgia el pensamiento. Una forma nueva de comunicarme con mis más queridos a la distancia (aquellos, claro, que ya habían optado también por jugar el juego), enviando growing gifts o hatching eggs como forma de decir "aquí estoy, y me acuerdo de ti".

Comencé con dos o tres amigos. Luego fueron veinte, y sin darme cuenta he pasado los cien... ¿amigos? Los perfiles más variados han solicitado mi amistad, desde la rubia odiosa que supo comprar a mi mejor amiga con un helado en el recreo a la tierna edad de ocho años, hasta mi propio hermano. Y yo no me he quedado atrás, solicitándosela a infinidad de ex compañeros de curso, sólo por la curiosidad de saber quién tiene guagua, cómo les ha ido y, por qué no decirlo, para comparar su vida con la mía.

Pero hoy me he encontrado con algo que había olvidado, y que no sé si quería encontrar. Me descubrí en la nostalgia de ciertos días colegiales que nunca quise dejar atrás, y me volví a lamentar de haber dejado de ser parte de ellos por mis propios errores. Sin que mis amigos lo sepan he indagado en sus vidas sólo para encontrar huecos en las fotos, huecos que siempre quise rellenar. Volví al pasado, a mi tan accidentado pasado para arrepentirme una vez más por tantas cosas no hechas.

Hay que ser valiente y hay que estar seguro de ser feliz con la vida que se lleva. Digo esto porque con un solo clic nos arriesgamos a comparar nuestra vida con esas más de cien vidas, y podemos encontrarnos con la no muy grata sorpresa de descubrirnos prefiriendo las que vemos más que la que exhibimos en nuestro perfil. Aunque sea por un segundo, y luego nos avergoncemos. Mucho mejor es cuando se esboza una sonrisilla de "y yo que la envidiaba...". Aunque luego nos avergoncemos... otra vez.

También hay que ser cuidadoso. No, nadie tiene más de cien amigos. Al menos no tan cercanos. Muchos de esos perfiles pueden estar investigando en el tuyo y encontrando información que no era precisamente para ellos. Pero es parte del juego. Este otro riesgo que surge al mostrarse desnudo de perfil puede ser divertido de correr, y puede significar un crecimiento que nos permita decir "ya no me importa que vean esa foto" por muy horrible que uno se vea.

Que trabajen los psicoanalistas y todos los profesionales a quienes les compete, porque esto de la exposición cibernética no es un tema menor. Habemos quienes entramos (o caímos) en el juego, y hay quienes aún se mantienen al margen. No estoy yo por la labor de analizar ninguna de las dos opciones ni a quienes las toman, sólo soy un perfil más que exhibe con orgullo su vida, y que puede a veces cometer el error de vulnerar su privacidad jugando con este fuego.