miércoles, 12 de septiembre de 2007

Tanta insistencia me abrumaba, me hastiaba, me enojaba. Me sentí acosada, invadida, no respetada.
Pero cuando te ví ahí, parado, aprovechando el último minuto para despedirte, mi enojo se desvaneció, se esfumó y se convirtió en lágrimas.
Te abracé y besé con un agradecimiento infinito. Toda mi vida aseguré merecer lo que estaba recibiendo, pero sólo entonces descubrí que no lo había sabido buscar, o que al estar frente a mí no lo había sabido mirar a los ojos.

En mi memoria sentí y recordé tantas noches de espera. Cuántas veces habría dado mi reino por una llamada, un mensaje, una señal, y creía tenerlo todo con un "duerma", "mi niña", un "sabes que pienso en tí". Y entonces me mentía creyendo que los hombres son así, que no llaman, no escriben... no sienten. Pero sería diferente alguna vez, ya lo verían todos los que sin sentido me habían advertido. No era que no me quisieran, sólo lo hacían a su manera, pues me lo habían dicho o hecho sentir enviando miles de señales que sólo yo podía leer.

Y ahí estabas, tarde esa noche, tratando de decir mil cosas que ya me habías dicho mil veces. Yo te miré y no comprendí por qué, por qué yo, por qué ahora. Ahí estabas con tu transparencia, tu sinceridad y tu entrega. ¿Dónde estaba la oscuridad a la que siempre estuve acostumbrada? ¿En qué momento mostrarías lo que me permitiría, por fin, odiarte? ¿En qué momento lograrías hacerme sentir disminuída, opacada, incapaz de entrar en tu mundo? No, no lo harías. Ni aunque quisieras, porque no importa lo que haga sigues ahí.

Will you still love me tomorrow? Yes, you will. Tomorrow and the day after... and the day after that... and the whole week. The whole month.