Tanta insistencia me abrumaba, me hastiaba, me enojaba. Me sentí acosada, invadida, no respetada.
Pero cuando te ví ahí, parado, aprovechando el último minuto para despedirte, mi enojo se desvaneció, se esfumó y se convirtió en lágrimas.
Te abracé y besé con un agradecimiento infinito. Toda mi vida aseguré merecer lo que estaba recibiendo, pero sólo entonces descubrí que no lo había sabido buscar, o que al estar frente a mí no lo había sabido mirar a los ojos.
En mi memoria sentí y recordé tantas noches de espera. Cuántas veces habría dado mi reino por una llamada, un mensaje, una señal, y creía tenerlo todo con un "duerma", "mi niña", un "sabes que pienso en tí". Y entonces me mentía creyendo que los hombres son así, que no llaman, no escriben... no sienten. Pero sería diferente alguna vez, ya lo verían todos los que sin sentido me habían advertido. No era que no me quisieran, sólo lo hacían a su manera, pues me lo habían dicho o hecho sentir enviando miles de señales que sólo yo podía leer.
Y ahí estabas, tarde esa noche, tratando de decir mil cosas que ya me habías dicho mil veces. Yo te miré y no comprendí por qué, por qué yo, por qué ahora. Ahí estabas con tu transparencia, tu sinceridad y tu entrega. ¿Dónde estaba la oscuridad a la que siempre estuve acostumbrada? ¿En qué momento mostrarías lo que me permitiría, por fin, odiarte? ¿En qué momento lograrías hacerme sentir disminuída, opacada, incapaz de entrar en tu mundo? No, no lo harías. Ni aunque quisieras, porque no importa lo que haga sigues ahí.
Will you still love me tomorrow? Yes, you will. Tomorrow and the day after... and the day after that... and the whole week. The whole month.
miércoles, 12 de septiembre de 2007
jueves, 23 de agosto de 2007
"Nunca confíes en un ermitaño" o El Hombre sin Nombre II
No fue un error acercarme. "No te arrepientas de lo que haces, sino de lo que no haces".
"Nunca confíes en un ermitaño", me dijiste, como si con eso te disculparas de todo, te liberaras de toda culpa. Y te miré tratando de recordar tu rostro, tus manos, tu ropa. El llanto fue inevitable (tendría que haber sido de fierro para no llorar), aunque tuve que esperar hasta legar a casa.
Un día pensé que eras demasiado para mí, que eras todo lo que alguna vez deseé en un hombre, todo lo que podría parecerme atractivo. Pero aquel día, al mirarte, me pareciste tan insignificante, tan disminuído, tan poco hombre.
Me prometí entonces que nunca más, no volveré a llenar mis espacios con imágenes y olores viejos y dolorosos. Nadie volverá a matarme estos espacios, mis amigos, mi música, mis recuerdos. No quiero que ningún fantasma me vuelva a rondar.
El duelo no había terminado, pero me cansé. Ya ningún "hueso duro de roer" obtendrá nada más de mí. Y los llamo así, y no "hombres malvados", porque a pesar de todo sigo sin creer en la maldad de estos personajes.
Simplemente no pudieron con tanta sensibilidad y entrega.
martes, 21 de agosto de 2007
No me gustó la campaña del condón
No es que esté en contra de su uso (evítense comentarios DEMASIADO personales), pero descubrí por qué no me convenció la campaña.
Los cabros malos haciendo rayaos invitando a usar condón.
La pareja cartuchona (:P) cuya opción es esperar el matrimonio.
El matrimonio que se ha jurado (como todos) fidelidad eterna. (Nótese el detalle del block que habitan y la ropa colgá en el balcón a lo "Todo es cancha" del Chacotero).
El muchacho homosexual (por Dios qué promiscuos que son).
La pobre cabra abandonada por el bestia de su pololo (hombres, no tienen corazón).
¿Y yo, dónde estoy?
Entre tanto estereotipo no me veo reflejada por ninguna parte, y creo que no soy la única. Una campaña así debiera tocar las fibras más íntimas de cada uno (no sólo de los jóvenes, nótese, los mayorcitos también corren riesgos, si no más que los jóvenes) ya que sólo así se consigue convencer de algo que es como dejar de fumar, evitar el alcohol, cuidar el medio ambiente o practicar más deporte. Sólo así, creo yo, se persuade a la juventud que famosa es por pensar "a mí no me va a tocar" de cuidarse y pensar en el futuro, de cuidarse a sí mismo y a los que más quiere.
¿Qué pasa con los/las que legítimamente hemos decidido no tener pareja sexual única? ¿Qué pasa con las parejas que han decidido no casarse aún? ¿Qué pasa con los/las solterones/as, separados/as y divorciados/as?
Atrévanse, entonces, a reflejar todas las realidades, porque los seres humanos somos muy diferentes, tomamos distintas opciones y son válidas todas... claro, con condón.
Los cabros malos haciendo rayaos invitando a usar condón.
La pareja cartuchona (:P) cuya opción es esperar el matrimonio.
El matrimonio que se ha jurado (como todos) fidelidad eterna. (Nótese el detalle del block que habitan y la ropa colgá en el balcón a lo "Todo es cancha" del Chacotero).
El muchacho homosexual (por Dios qué promiscuos que son).
La pobre cabra abandonada por el bestia de su pololo (hombres, no tienen corazón).
¿Y yo, dónde estoy?
Entre tanto estereotipo no me veo reflejada por ninguna parte, y creo que no soy la única. Una campaña así debiera tocar las fibras más íntimas de cada uno (no sólo de los jóvenes, nótese, los mayorcitos también corren riesgos, si no más que los jóvenes) ya que sólo así se consigue convencer de algo que es como dejar de fumar, evitar el alcohol, cuidar el medio ambiente o practicar más deporte. Sólo así, creo yo, se persuade a la juventud que famosa es por pensar "a mí no me va a tocar" de cuidarse y pensar en el futuro, de cuidarse a sí mismo y a los que más quiere.
¿Qué pasa con los/las que legítimamente hemos decidido no tener pareja sexual única? ¿Qué pasa con las parejas que han decidido no casarse aún? ¿Qué pasa con los/las solterones/as, separados/as y divorciados/as?
Atrévanse, entonces, a reflejar todas las realidades, porque los seres humanos somos muy diferentes, tomamos distintas opciones y son válidas todas... claro, con condón.
jueves, 16 de agosto de 2007
El Hombre sin Nombre
Izaura Volpi, mucho gusto.
o
Ena Volpi, qué tal (eso es común).
o
Ena Parra, un placer (extraño).
Izaura Parra, para usted.
¿Qué es un nombre?
Según la Real Academia de la Lengua Española:
m. Gram. El que, sin tener rasgos semánticos inherentes, se aplica a seres animados o inanimados para designarlos; p. ej., Antonio, Toledo.
Mh... vago. Un poco impersonal, tal vez.
Según la nunca bien ponderada y fiel amiga de los estudiantes, la Wikipedia:
El nombre es la denominación o signo verbal que tiene una persona o que se le da a una cosa o a un concepto tangible o intangible, concreto o abstracto, para distinguirlo de otros. Como signo en general, es estudiado por la semiótica, y como signo en un entorno social por la semiología.
Mejor.
Éste era un hombre.
"¿Y quién soy tú?"
Pregunta inocente. Las primeras palabras que salieron de su boca para mí. Debo admitir que me desconcertó, por todo lo que una respuesta podría contener. Pero supe responderla, aunque, por cierto, con humor.
¿Qué habría pasado si le hubiera devuelto la pregunta? ¿Habría sido capaz de responderla?
Y éste era un hombre sin nombre.
Lo único que sabía de él era el "nombre" por el que lo llamaban el resto de los contertulios. Creí no conocer su nombre hasta horas más tarde. En realidad, no vine a saberlo sino hasta meses después.
Damos nombre a lo que vivimos para no olvidar, para poder luego recordar. Incluso aquello que no existía cobra vida cuando lo nombramos, porque es la maravilla del lenguage, la maravilla de la única facultad que nos distingue como raza humana.
Entonces supe que nunca lo conocí, nunca lo viví, nunca existió. Porque no tenía nombre.
Éste era un hombre sin nombre.
Nunca existió.
Nunca fue.
Nunca podré recordarlo.
No es nada, ni nadie.
Corrijo, la nada tiene su nombre, por tanto existe.
Pero él... él no tenía nombre.
Y ahora que sé su nombre es demasiado tarde. Ya no lo reconozco.
o
Ena Volpi, qué tal (eso es común).
o
Ena Parra, un placer (extraño).
Izaura Parra, para usted.
¿Qué es un nombre?
Según la Real Academia de la Lengua Española:
m. Gram. El que, sin tener rasgos semánticos inherentes, se aplica a seres animados o inanimados para designarlos; p. ej., Antonio, Toledo.
Mh... vago. Un poco impersonal, tal vez.
Según la nunca bien ponderada y fiel amiga de los estudiantes, la Wikipedia:
El nombre es la denominación o signo verbal que tiene una persona o que se le da a una cosa o a un concepto tangible o intangible, concreto o abstracto, para distinguirlo de otros. Como signo en general, es estudiado por la semiótica, y como signo en un entorno social por la semiología.
Mejor.
Éste era un hombre.
"¿Y quién soy tú?"
Pregunta inocente. Las primeras palabras que salieron de su boca para mí. Debo admitir que me desconcertó, por todo lo que una respuesta podría contener. Pero supe responderla, aunque, por cierto, con humor.
¿Qué habría pasado si le hubiera devuelto la pregunta? ¿Habría sido capaz de responderla?
Y éste era un hombre sin nombre.
Lo único que sabía de él era el "nombre" por el que lo llamaban el resto de los contertulios. Creí no conocer su nombre hasta horas más tarde. En realidad, no vine a saberlo sino hasta meses después.
Damos nombre a lo que vivimos para no olvidar, para poder luego recordar. Incluso aquello que no existía cobra vida cuando lo nombramos, porque es la maravilla del lenguage, la maravilla de la única facultad que nos distingue como raza humana.
Entonces supe que nunca lo conocí, nunca lo viví, nunca existió. Porque no tenía nombre.
Éste era un hombre sin nombre.
Nunca existió.
Nunca fue.
Nunca podré recordarlo.
No es nada, ni nadie.
Corrijo, la nada tiene su nombre, por tanto existe.
Pero él... él no tenía nombre.
Y ahora que sé su nombre es demasiado tarde. Ya no lo reconozco.
miércoles, 15 de agosto de 2007
Cuando tenga un hijo, se llamará 2007
Vaya año. Un año que, todos los dioses mediante, se convertirá en el año en que mi carrera y (por qué no, mi vida) dio un vuelco. El cumplimiento de una de las metas que a larguísimo plazo y más bien como un sueño me había planteado.
Un año en que siento haber crecido (a pesar de expresas peticiones de más de alguien que me ha dicho, "¿cuándo dejarás de crecer?" o "ya no crezcas más, por favor". Tranquilos, ya dejé de crecer... para arriba).
Parece que estuviera hablando de un año que termina, pero en realidad los nombres y mediciones de los ciclos en semanas, meses, años fueron absolutamente arbitrarias. La niñez no termina a los 12 con la menarquia, ni en cuarto medio la odiosa adolescencia. Los ciclos y etapas son misteriosos, personales y, como todo en el ser humano, complejos. Es por eso que al día siguiente (no el mismísimo día) de mi cumpleaños número 23 (número que no evoca absolutamente nada) y a una hora inverosímil entre la hora de levantarse (que siempre fue para mí las 11.30 cuando escasamente tenía noción de lo que por norma debe llamarse tiempo) y la de almuerzo (más que variable siendo feriado), decidí finalmente atreverme a "compartir" ciertos escritos con quienes tengan a bien leer este blog, fenómeno que amerita más de algún análisis socio-psicológico.
Veremos cuánto me dura la producción "literaria", entre comillas porque quién soy para considerarme productora de literatura. No quisiera ser como los que van por ahí declarándose poetas, músicos, compositores, dramaturgos. Sólo me considero una buena (muy buena, modestia aparte) usuaria de nuestra lengua madre, que es madre y no es padre (ya estaba bueno de nominaciones falocéntricas).
Menos seriedad y más invitación a ejercitar las técnicas de lectura veloz. Deje su post si entendió algo.
Un año en que siento haber crecido (a pesar de expresas peticiones de más de alguien que me ha dicho, "¿cuándo dejarás de crecer?" o "ya no crezcas más, por favor". Tranquilos, ya dejé de crecer... para arriba).
Parece que estuviera hablando de un año que termina, pero en realidad los nombres y mediciones de los ciclos en semanas, meses, años fueron absolutamente arbitrarias. La niñez no termina a los 12 con la menarquia, ni en cuarto medio la odiosa adolescencia. Los ciclos y etapas son misteriosos, personales y, como todo en el ser humano, complejos. Es por eso que al día siguiente (no el mismísimo día) de mi cumpleaños número 23 (número que no evoca absolutamente nada) y a una hora inverosímil entre la hora de levantarse (que siempre fue para mí las 11.30 cuando escasamente tenía noción de lo que por norma debe llamarse tiempo) y la de almuerzo (más que variable siendo feriado), decidí finalmente atreverme a "compartir" ciertos escritos con quienes tengan a bien leer este blog, fenómeno que amerita más de algún análisis socio-psicológico.
Veremos cuánto me dura la producción "literaria", entre comillas porque quién soy para considerarme productora de literatura. No quisiera ser como los que van por ahí declarándose poetas, músicos, compositores, dramaturgos. Sólo me considero una buena (muy buena, modestia aparte) usuaria de nuestra lengua madre, que es madre y no es padre (ya estaba bueno de nominaciones falocéntricas).
Menos seriedad y más invitación a ejercitar las técnicas de lectura veloz. Deje su post si entendió algo.
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